Merece la pena viajar hasta la “vieja Irlanda” y recorrer sus impresionantes paisajes, sus bellas ciudades, sus inmensos espacios verdes… En realidad, la isla da para bastante más que cinco días, pero aun así, es tiempo suficientes para formarse una idea bastante nítida del país, del carácter de sus gentes, de sus costumbres y, desde luego, da tiempo de sobra para llevarse un gran recuerdo… y muchas ganas de regresar.

Texto y fotografías: Manuel Moraga

Paisaje verde salpicado de ganado y, en verano, intercalado por campos amarillos de cebada, materia prima para sus famosas cervezas. Es el verano quizás la mejor época del año para acercarse a este país, tanto por la moderación de precipitaciones y temperatura como por la amplitud de las horas de sol. En julio, por ejemplo, puede amanecer a las 5:00 y mantenerse la luz hasta las 21:00, con lo que si uno es madrugador, los días pueden cundir muchísimo. Y en cuanto a la lluvia, conviene tener presente que este elemento es consustancial a la idea y la realidad de Irlanda, como lo es también el mar, los prados, las vacas, las ovejas, los campos de cebada o la cerveza. Desde luego, probabilidad de lluvia es algo menor, pero en Irlanda el tiempo es muy variable y cambiante, incluso en el mismo día.

En nuestro caso, realizamos el viaje a últimos de julio, atraídos por la celebración del I Festival Flamenco de Dublín, organizado por la Peña Flamenca El Indalo y del que ya dimos cuenta en otro artículo en esta misma revista. Dada la limitación de tiempo, decidimos dedicarnos solo a la mitad sur de la isla. Nosotros reseñaremos aquí solo algunos de los más atractivos lugares, que realmente son muchos más de los que aquí se recogen.

La superficie de toda la isla de 84.421 km², de los cuales la República de Irlanda ocupa 70 280 km². Para hacernos una idea, la isla viene a ser más o menos como Andalucía. Las distancias, por tanto, no son excesivas, pero aun así, en algunos casos pueden suponer unas cuantas horas de coche si la excursión es de ida y vuelta.

Dublín

La capital de la República de Irlanda es modesta en cuanto a lugares de interés, si la comparamos con otras capitales europeas, pero merece la pena dedicar uno o dos días a recorrer sus calles, sus parques, sus museos… y sus pubs. La zona más turística es la situada al sur del río Liffey. Por un lado están las calles de Temple Bar llenas de pubs y locales de ocio, y también de turistas. La animación es máxima las noches de los fines de semana. También muy bulliciosa –pero de día- es la cercana Grafton Street y aledaños. Esta es la calle peatonal por excelencia de Dublín. Siempre está llena de transeúntes que van, vienen y se divierten con algunas de las muchas animaciones callejeras que se encuentran en ella: músicos –la música es una expresión muy característica de la cultura irlandesa- actores, mimos, estatuas vivientes, marionetas, etc. Uno de los símbolos de Dublín, la estatua de Molly Malone, se encuentra en esta zona.

Uno de los atractivos clásicos de Dublín es el Trinity College, fundado en 1592 por la Reina Isabel I, pero en realidad del edificio isabelino original ya no se conserva nada, sino que la construcción que vemos hoy es el resultado de la renovación realizada en el siglo XVII. Se trata, por tanto de un ejemplo de arquitectura georgiana. Los jardines interiores son ideales para tomarse un respiro en medio de la vorágine dublinesa. Y dentro de estas dependencias se encuentran los libros de Durrow y Armagh y una antigua arpa irlandesa, símbolo de Irlanda. Y, desde luego, allí se halla también el famoso libro de Kells, un manuscrito del siglo IX. En realidad, la gran sala de la biblioteca que alberga más de 200.000 libros antiguos.

Realmente, todo lo que merece la pena de Dublín está cerca y se puede ir andando de un sitio a otro. Por ejemplo, desde el Trinity College se puede llegar en unos minutos al St. Stephen’s Green Park, un parque rico en bellos y relajantes rincones: una isla en medio del bullicio del centro de Dublín.

Por supuesto, los amantes de la cerveza tienen una cita obligada con la fábrica de la Guinness (Museo de la Guinness), que es prácticamente una de las señas de identidad de este país. Esta visita no quita para que este oro negro irlandés sea degustado fuera su lugar de elaboración, es decir, en alguno de los innumerables pubs de la ciudad. Los irlandeses tiran esta cerveza con un mimo especial, cosa que no ocurre con el resto de marcas, sean o no irlandesas. Así que si pides una pinta de Guinness, ten paciencia. Pero si pides otra marca, no esperes la cerveza de tu vida.

Otros lugares de interés en Dublín son el Museo Nacional de Irlanda y el Museo de Arte Moderno, además del Castillo, la catedral de San Patricks y la catedral Christ Church.

Monumentos funerarios

Al norte de Dublín, en el Condado de Meath –relativamente cerca de la capital- se encuentra unos de los enclaves arqueológicos funerarios más interesantes de Irlanda, y hasta del planeta. Se trata del complejo funerario de Brú na Bóinne, donde se hallan las tumbas megalíticas de Newgrange y Knowth. Ambas fueron construidas alrededor del 3200 AC, lo que las hace más antiguas que Stonehenge en Inglaterra, y que las Pirámides de Gizeh en Egipto. Para acceder a ellas hay que llegar hasta el Centro de Interpretación, donde se adquieren las entadas y los billetes para el autobús que lleva al visitante hasta estos monumentos. Lo malo del verano es la aglomeración de visitantes. Merece la pena madrugar, ya que en función el orden de llegada se va distribuyendo a los visitantes en diversas horas del día. En esta época es fácil que si se llega al centro de interpretación a las 11:00, no te den hora de visita hasta las 13:00, con un poco de suerte.

Nosotros nos decidimos por Newgrange y la visita incluye el acceso al corazón mismo de la tumba, diseñada de tal manera que en la mañana del solsticio de invierno la luz del sol llega hasta la cámara funeraria y se mantiene durante 17 minutos. Y, desde luego, es impresionante observar las enormes piedras que sirvieron para llevar a cabo esta construcción, algunas de ellas con petroglifos.

Siguiendo por los alrededores septentrionales de Dublín, es interesante darse una vuelta por los monasterios Mellifont Abbey y Monasterboice, cerca de la ciudad de Drogheda. Como la mayoría de los monasterios, castillos y otros edificios históricos que por diversas circunstancias fueron abandonados hace siglos, el estado en el que se encuentran es el de auténtica ruina, lo cual –lejos de restar interés- potencia enormemente el efecto sobrecogedor y a veces fantasmagórico de estos enclaves. Además, junto a los monasterios se encuentran generalmente viejos cementerios con –en ocasiones- antiquísimas cruces típicas irlandesas, lo cual realza aún más el encanto de estos lugares. Estos monasterios de son un buen ejemplo de ello.

Al Sur: Kilkenny, Cork y Cashel

El Sur de Irlanda ofrece muchas posibilidades al viajero, pero si el tiempo del que se dispone es escaso, hay que elegir. Nosotros optamos por dos ciudades: Kilkenny y Cork. Son ciudades pequeñas –la primera más que la segunda- y por eso mismo, muy manejables a la hora de acceder a sus atractivos. Kilkenny conserva importantes vestigios de su pasado medieval: desde sus calles céntricas a su Catedral de Saint Canice y su imponente castillo, rodeado de inmensos jardines.

Por su parte Cork tiene un aire moderno, una ciudad viva pero que invita al paseo, un espacio de espíritu irlandés, pero con aire sureño de mar, que incluso tiene un importante puerto, aunque el mar propiamente dicho quede todavía a una cierta distancia. Sin embargo esa proximidad le confiere una luz especial, como especial es su Mercado Inglés, donde destacan algunos puestos de atractivos panes, de suculentas salchichas y de unas muy apetecibles variedades de quesos que harían las delicias de los más exquisitos gourmets. Añadir que Cork tiene dos catedrales: la Catedral Católico-Romana, St Mary’s Cathedral (conocida como la Catedral del Norte) y la Catedral de la Iglesia de Irlanda, St Finbarre’ Cathedral.

Pero además de estas ciudades, son de obligada visita las ruinas de Rock of Cashel. Se trata de uno de los iconos típicos de Irlanda. En Rock of Cashel vivieron los reyes de Munster desde el siglo V, aunque de esa época apenas se conservan restos. La mayoría de las ruinas que quedan datan del siglo XII y XIII. Además, en 1101 los reyes cedieron la fortaleza a la iglesia convirtiéndose en un importante centro eclesiástico hasta que fue parcialmente destruido por las tropas de Cromwell en 1647. Esta abadía, como tantas otras en Irlanda, fue abandonada y eso propició su estado prácticamente de ruina, aunque queden en pie más estructuras que en otras mencionadas anteriormente.

Cashel es también conocido por ser el lugar en el que San Patricio, patrón de Irlanda, convirtió al rey de Munster en el siglo V. Pero no solo la belleza reside en las propias ruinas de esta fortaleza-abadía-cementerio, sino en las hermosas vistas que se tienen desde esa privilegiada ubicación.

Montañas de Wicklow

Al sur de Dublín, y a escasos kilómetros se encuentra el condado de Wicklow, donde se puede disfrutar de uno de los paisajes montañosos más idílicos de Irlanda. Valles y montañas, páramos y bosques, verde y niebla, naturaleza y monumentos históricos, ríos y lagos: el Parque Nacional de las Montañas de Wicklow… Una verdadera delicia para los sentidos. Quizá el lugar más visitado sea Glendalough, donde se encuentra la oficina de información y el Centro de Interpretación, además del acceso al complejo monástico de San Kevin y al lago Upper (en realidad hay dos lagos seguidos, el Inferior y el Superior), pero no menos sobrecogedores son los páramos de Sally Gap y las transiciones de paisaje según se va subiendo y bajando. En las montañas de Wicklow la naturaleza no solo se ve: también se huele, se escucha y se palpa. Alrededor de los lagos superior e inferior hay un camino perfectamente señalizado por el que –si no hay mucha gente- el paseante no tiene más remedio que reconciliarse con la tranquilidad.

Acantilados de Moher

Hemos mencionado ya varias “postales” de Irlanda, pero la que no se debe olvidar nunca es la que ofrecen los famosos acantilados de Moher, al oeste de la isla y al sur de Galway. Hasta allí nos desplazamos esta vez dejándonos guiar por los profesionales de Irlanda en Español, una compañía fundada por dos socios españoles que se encargan de mostrar a turistas de habla hispana algunos de los lugares más representativos de Irlanda.

El contraste entre las paredes verticales –que en algunos puntos superan los 200 metros de altura-, el océano Atlántico, el cielo, la suavidad de los prados verdes en la cima de estas paredes y la torre O’Brian presidiendo esas majestuosas masas pétreas hacen de este paraje uno de los más inolvidables de este país. Pero para disfrutar de estos impresionantes acantilados hay que contar con la ayuda de la meteorología. La lluvia o el viento pueden boicotear el placer de esas impresionantes vistas. Por eso es recomendable consultar la previsión del tiempo antes de poner rumbo a este destino, aunque siendo sinceros, tampoco esa precaución nos garantiza nada. El tiempo en Irlanda es absolutamente imprevisible… Bueno, dejémoslo en “relativamente previsible”.

Gastronomía

La cocina no es precisamente lo mejor que tiene Irlanda, pero si hablamos de productos por separado, es otro cantar. En nuestra opinión, lo más interesante son los lácteos y la carne. La mantequilla, por ejemplo, es una delicia, como lo es la gran variedad de quesos. La carne, como también señalábamos, es otra de las maravillas culinarias. Y como todo buen producto, no necesita nada: solo el punto. Con esa carne, una buena hamburguesa y una pinta de Guinness pueden reconciliarnos con la vida en un mal día. Y no podemos olvidar la repostería: las tartas a base de mantequilla y su correspondiente acompañamiento de nata fresca nos sitúan un poco más cerca de la gloria… o del infierno: eso depende ya de la relación que cada uno tenga con sus michelines.

También es justo comentar que aunque la cerveza Guinness es uno de los símbolos de Irlanda, en este país se producen otro tipo de cervezas de excelente calidad, como la Smithwik’s, una cerveza “roja”, que en sabor y cuerpo se sitúa a medio camino entre la Pilsen y la negra. Combina con todo: es rica para combatir la sed, acompaña bien al aperitivo, a la comida e incluso es sabrosa como copa, sin más.

Otras informaciones de interés

Resulta extraño, pero en Irlanda no es posible adquirir unas simples lentes de contacto de usar y tirar sin prescripción médica. Desconocemos la razón… Uno puede comprar kilos de paracetamol sin problema e intoxicarse tranquilamente tomándose las pastillas a puñados –eso sí, con una par de pintas de Guinness- y nadie te diría nada. Sin embargo, no se puede comprar unas lentillas de usar tirar. Si alguno de nuestros lectores piensa ir a Irlanda y es usuario de este tipo de lentillas, es mejor que lleve repuestos suficientes o unas gafas de reserva.

Otra curiosidad es que en Dublín, los autobuses urbanos no devuelven cambio. El precio del billete va en función del número de paradas, pero si llegar a tu destino tiene un coste de 1,65 euros, procura llevarlos sueltos porque los conductores no tocan el dinero: éste va directamente a una caja y si, por ejemplo, pagas con una moneda de 2 euros nadie te devuelve nada: la diferencia queda reflejada en el ticket. Y si quieres recuperar esos 35 céntimos de la vuelta tienes que ir a las oficinas de la empresa de autobuses con ese ticket para que te devuelvan el cambio. Todo un negocio para la compañía de autobuses. Aunque mejor, no demos ideas a Alberto Ruiz-Gallardón.

Como curiosidad, destacar la exigua presencia de vinos españoles en Irlanda. No es que seamos unos fanáticos de nuestros vinos –de hecho, procuramos siempre probar los productos autóctonos de las tierras que visitamos- pero sí que es significativa la presencia de vinos franceses, italianos, sudafricanos, argentinos y chilenos en las cartas de los restaurantes y en las estanterías de los supermercados: presencia que contrasta con la escasez de vinos made in Spain.

Una última recomendación: si alquilas un coche, no te importe perderte por carreteras locales. Aunque pases por localidades que no vengan reseñadas en las guías, el paisaje siempre merecerá la pena. Y en cualquier cafetería puedes tomar un trozo de tarta casera (de zanahoria o de pera, por ejemplo) y un café con leche exquisitos. Por cierto que contra lo que se pueda pensar, en Irlanda se encuentra muy buen café expreso.

Esperamos regresar pronto para descubrir al lector más rincones de esta atractiva y amable “vieja Irlanda”. El próximo Festival Flamenco puede ser una buena oportunidad.

Recomendamos:

Turismo de Irlanda: www.discoverireland.com/es

Irlanda en Español (compañía que organiza rutas para viajeros hispanohablantes) irlandaenespanol.com

Peña el Indalo (organizadora del Dublin Flamenco Festival)

www.flamencoindalo.com

Alojamiento: Hotel Skylon www.dublinskylonhotel.com