El 25 de mayo de 2011 Se iniciaba en el término de San Carles de Peralta un incendio que terminó asolando más de 1500 hectáreas de bosque con especial interés natural. En este artículo queremos dejar constancia de la tragedia y plantear algunas ideas para la reflexión

Texto y fotografías: Manuel Moraga

Será complicado, si no imposible, llegar a desbrozar el origen exacto del incendio que desde San Carles llegó a las mismísimas calas del término de San Joan de Labritja, al norte de Ibiza. Los descuidos, las malas prácticas y los intereses espurios terminan empañando cualquier atisbo de investigación, caso de que exista ese interés por llegar al fondo de este tipo de asuntos. Pero lo que sí podemos plantear y cuestionar son las circunstancias que propiciaron la rápida extensión del fuego y las dificultades encontradas para su control.

Dada mi asiduidad a visitar esta parte de la isla durante casi una década, no he podido dejar de interesarme por este desastre ecológico. Preguntando a los vecinos de la zona, me comentan que no hay ni un metro de suelo público. Todo el monte es privado. De hecho, la parcela mínima que se exige para construir supera los 10.000 metros cuadrados. Y de esta situación se derivan varias circunstancias.

Una de ellas es el celo con que los propietarios de tales parcelas defienden la privacidad de las mismas. Como amante del senderismo, constato con bastante frecuencia la existencia de carteles como “Camino privado”, “propiedad privada”, etc. Sería este otro interesante debate (¿se puede prohibir el tránsito por un camino, por mucho que sus vecinos hayan costeado su asfaltado?), pero a efectos del que ahora nos ocupa, la realidad es que al tratarse de espacios privados no existen cortafuegos, ni más caminos que podrían realizar ese efecto o permitir el paso de los servicios de extinción de incendios para operar de forma estratégica.

Pero además, existe otra coyuntura que multiplica exponencialmente el riesgo: nadie se ocupa de limpiar el monte: los propietarios –privados, como digo- del monto no lo hacen por el coste que supone, de tal manera que los pinos y demás vegetación prolifera sin ningún tipo de regulación humana. Son muchos los kilómetros que un servidor ha recorrido atravesando senderos en esta parte de la isla y no recuerdo haber visto nunca pinares limpios ni la realización de trabajos destinados a tal fin. Bien al contrario: maleza, suelos plagados de hojas de los pinos (material de gran potencial incendiario), infinidad de árboles y ramas secas, pinos que nacen inmediatamente junto a otros, etc., etc.

No soy experto en legislación, de manera que lo único que puedo hacer es compartir con los lectores mis interrogantes: ¿Por qué los propietarios del monte no se encargan de mantenerlo en condiciones que minimicen el riesgo de incendio o, en el peor de los casos, que dificulten su propagación? ¿Puede una Administración intervenir en la limpieza del monte de titularidad privada? Y si puede ¿Por qué no lo hace? ¿Quién o quiénes tienen el deber de realizar todas esas tareas? ¿Se incurre en algún tipo de falta o delito cuando estos trabajos de mantenimiento no se realizan? ¿Se pueden llegar a acuerdos entre propietarios del monte y alguna Administración con competencias en medio ambiente?

Son muchas las cuestiones que me han asaltado estos días en Ibiza. Me gustara que las fotografías que acompañan estas reflexiones contribuyeran a la generación de respuestas y, sobre todo, de medidas para la prevención.