Cuando se cumplen dos años del estreno de la película y con el musical de gira en España, te mostramos los escenarios donde se rodó Mamma Mia, uno de los secretos mejor guardados de Grecia

Texto. Enrique Sancho – Fotos: Carmen Cespedosa
Cuentan las leyendas que estas tierras estuvieron habitadas en otros tiempos por argonautas, cíclopes y centauros y que algunos de los dioses más hedonistas del amplio Panteón griego, como Dionisos, Apolo o Hermes se dejaban caer por aquí desde el no muy lejano Olimpo para convivir con los humanos. Dioses y mitos se habían dejado seducir por la insólita belleza de las islas Espóradas, en la costa de Tesalia, uno de los secretos todavía por descubrir en Grecia.

Los paisanos del lugar no cuentan nada de gigantes de un solo ojo ni de hombres-caballo y a los dioses del vino, de las artes o de los viajes los identifican hoy con otras cosas. En cambio, los habitantes de estas islas, sobre todo los de Skiathos y Skopelos, hablan por los codos a poco que se les anime de los días de excitación que casi todos ellos vivieron cuando tuvieron de vecinos temporales a Meryl Streep, Pierce Brosnan y todo el elenco de actores y técnicos que rodaron aquí la millonaria versión cinematográfica del musical Mamma Mia! con las canciones de ABBA, la película más vista de la historia en Reino Unido.

Cada uno de ellos recuerda el pequeño bar con un nombre poco original, Jazz Club, en el empinado casco antiguo de Skopelos, en el que Meryl Streep solía pasar horas si no tenía que madrugar al día siguiente, o el plato favorito de la directora, Phyllida Lloyd, la kakaviá, típica sopa de pescado que recibe el nombre por la cazuela en que se sirve. Incluso más de uno dice haber visto, y lo que es peor, oído, los gallos del incansable Pierce Brosnan tratando de entonar sin éxito pese al profesor de canto que contrató, «Our Last Summer» una de las canciones más representativas de la película.

Espectaculares escenarios

Y es que pese a que buena parte de la película se filmó en Pinewood Studios, a una hora del centro de Londres, donde el propio Brosnan rodó muchas de sus escenas como Bond, James Bond, y se recreó con todo detalle una soleada villa griega, y otras escenas se rodaron en Damouhari, un romántico pueblecito en la costa oriental griega, la mayor parte de los exteriores y todas las escenas con el mar al fondo se filmaron en Skiathos y Skopelos. La elección no fue fácil, ya que se recorrieron 21 islas griegas antes de decidirse y hubo que superar diversos problemas, como el traslado por barco de cantidades ingentes de material y equipo o alojar a un equipo técnico y artístico de 210 personas en islas diminutas.

El telón de fondo de Mamma Mia! incluye algunos lugares realmente fascinantes, como por ejemplo el viejo puerto de Skiathos, donde se conocen Sam, Bill y Harry, y donde Rosie y Tanya cogen el ferry para ir a la isla Kalokairi. Tanya canta «Does Your Mother Know» en la playa de Kastani en Skopelos. También es el escenario de la apasionada «Lay All Your Love on Me» antes de que les interrumpan los chicos, y de la despedida de Donna y de los tres padres con «I Have a Dream».

Una península montañosa cerca de la agreste playa Glysteri es el punto de partida de Sophie hacia su boda. Allí también se rodó la escena en la que Sophie, Bill, Harry y Sam cantan «Our Last Summer» antes de tirarse al agua. Gracias a la magia del cine, los estudios Pinewood y Grecia se mezclaron hasta formar un todo. El número de «Dancing Queen» empieza en el dormitorio de Donna, sigue en el patio (dos decorados de Pinewood) y continúa más allá de Villa Donna (encima de la playa Glysteri). La secuencia sigue hacia el pueblo, pasando por un olivar, por las escaleras que bajan al puerto y acaba en el malecón situado en el pueblo de Damouhari. Los novios y los invitados llegan a la cima de una península montañosa donde Donna le canta a Sam «The Winner Takes It All». La capilla donde deben casarse Sky y Sophie está situada en la cima de una formación rocosa de unos cien metros de alto que avanza en el mar.

Un recorrido por las islas

A diferencia de las muy conocidas islas Cícladas (Mykonos, Santorini…), las Espóradas están aún por descubrir, en parte porque las comunicaciones no son tan cómodas, pero el esfuerzo merece la pena. Skiathos destaca por sus excelentes playas, 44 kilómetros de costa y más de 60 playas idílicas, sobre todo las de Lalaria y Kukunaries, y por su vegetación, predominando los bosques de pino mediterráneo, las viñas, los frutales y olivos. No hay que dejar de visitar el monasterio de Evangelistria y de Nuestra Señora de la Anunciación en el monte de Karaflitsanaka y los de Agios Jarálambos y de la Santísima Virgen de Kejria.

En la capital del mismo nombre abundan las casas blancas con tejas rojas y patios floridos, que junto a sus callejuelas, balcones y la policromía de sus rincones componen el encanto del pueblo. Uno de los lugares más bonitos es Burtsi, donde los Ghisi construyeron en el siglo XIII un bello y seguro castillo desde donde se puede disfrutar de una espléndida panorámica. Otras interesantes visitas son la vecina iglesia de San Nicolás y la de la Santísima Virgen Limnia y la casa museo de Alexandros Papadiamantis, uno de los más queridos y famosos poetas helenos.

Además de la capital, en la isla hay dos pequeñas localidades veraniegas,Canapiza y Cucunaries. Al norte destaca la ciudad fortificada de Castro, hoy abandonada, donde todavía pueden verse tres de las treinta antiguas ermitas que existieron. También merece la pena hacer un pequeño recorrido en barca, sobre todo a las cuevas azules, conocidas como Galazia Spilia, unas cavernas que impactan con su intensa tonalidad azul y con las formas que el viento y el agua ha tallado en sus muros interiores(www.skiathosinfo.com).

Skopelos se encuentra entre Skiathos y Alonisos. Se trata de una isla cubierta por pinos y una vegetación exagerada. Gracias a su arquitectura tradicional, sus numerosas iglesias, ermitas blancas dispersas por toda la isla, sus frondosos bosques que se bañan en el mar y sus maravillosas playas ofrece uno de los ambientes más buscados para unas vacaciones de ensueño.

Su capital, Skopelos, tiene la arquitectura típica de las islas de esta región, que se caracteriza por sus casas pintorescas de dos o tres plantas encaladas de blanco con tejados rojos o grises combinadas con puertas y ventanas de vivos colores. En el punto más alto del pueblo se encuentra el barrio del castillo, donde se conservan los restos de un castillo veneciano del siglo XII, sobre las ruinas de una antigua acrópolis.

Paseando entre las pintorescas y estrechas callejuelas con sus blancas casas y balcones llenos de flores, subiendo los peldaños y las cuestas, se puede conocer el encanto de este lugar debiendo hacer paradas en las pequeñísimas iglesitas o ermitas blancas que se encuentran al paso. Destacan la de la Santísima Virgen, San Nicolás, la de Nuestra Señora de la Anunciación y la de San Atanasio, con destacados iconos. Pero el principal encanto de la isla se descubre al deambular por sus estrechas y pintorescas callejuelas y pasadizos y disfrutar de sus preciosos balcones de madera y ver las mujeres ancianas sentadas a la tarde en las puertas de piedra de sus hogares con sus orgullosos trajes tradicionales.

No es mala idea alquilar una embarcación, fácil de manejar, para disfrutar de cientos de calas y playas impresionantes e imposibles de acceder desde la carretera, y quizás sea una de las experiencias más increíbles para los amantes de las playas, el sol, la absoluta tranquilidad y soledad. De todos modos, en Skopelos, no es necesario utilizar las carreteras para desplazarse a las playas, ya que desde Skopelos y Lutraki salen continuamente barquitas que llevan y traen a las bañistas a casi todas las playas de las islas. Destacan por su belleza las playas de Panormos, Milia, Sares, Ayios Constantinos, Glisteri y especialmente Castri, Limonari, Pánormos, Stafilos y Velani, de larga tradición nudista (www.skopelos.net).

Las islas menores

Un recorrido por las Espóradas no es completo sin la visita a Skyros y Alonnisos. La primera es la más alejada del archipiélago y también la más distinta. El norte posee tierras muy fértiles y está cubierto de vegetación, pinos y cultivos de todo tipo. El sur, completamente opuesto, abunda en playas de arena y paisajes montañosos que son hogar de los simpáticos caballos de Skiros, que no tienen parentesco con los famosos pony, pero que son igualmente enternecedores y pequeños. La isla es de las menos visitadas, por tanto es perfecta para pasar unos días tranquilos.

Cuenta la leyenda que Skiros fue el refugio de Aquiles, cuando su madre lo ocultó allí disfrazado de mujer para que se confundiera con las hijas del rey Licomedes y así evitar su viaje a Troya. En estas mismas tierras se dice que murió Teseo, rey de Atenas. Escenario de mitos ilustres, la isla es además un importante sitio histórico y arqueológico. Nada menos que 300 iglesias se desparraman en esta pequeña isla. La más importante de todas es probablemente la consagrada a San Jorge, el patrono de la isla. La iglesia domina las vistas de la ciudad de Skiros, capital de la isla, que también cuenta con un inmenso castillo en las cercanías. Ambas construcciones componen un extraño cuadro en compañía de las pequeñas casitas blancas, típicas de la región, que se arremolinan sobre la ladera de una alta colina. Las calles estrechas abundan en pequeñas escalinatas que permiten trasladarse salvando los desniveles del terreno (www.skyrosinfo.com)

Después de Skiathos y Skopelos, Alonissos es la tercera isla en importancia del conjunto. Una isla de tupida vegetación, cuyos pinares llegan en muchas ocasiones hasta la playa y que cuenta con los abismos más impresionantes del Egeo. La vieja capital, Hora, se encuentra al sur del territorio, en la cima de una colina que se recorta contra el azul cielo mediterráneo. Es un pueblo pequeño de arquitectura típica, muy bello pero apto sólo para una visita diurna. Las casas permanecen deshabitadas desde el terremoto de 1965, que causó estragos irreparables, aunque algunas comienzan a ser rehabilitadas, sobre todo por extranjeros. Sin embargo, aún funcionan cafés y tabernas en algunas residencias que conservan un buen estado y el estilo típico de la región.

Los escasos turistas que llegan a esta isla, se quedan en Patitiri, puerto de Alonissos y también la ciudad principal, de arquitectura moderna y mayormente edificada por los mismos griegos que debieron abandonar Hora. A pesar de su juventud, los edificios fueron diseñados siguiendo algunas costumbres antiguas, como su disposición en forma de anfiteatro. Esto brinda un panorama bellísimo en conjunto con el escenario natural que rodea al pueblo. El puerto, bañado de aguas color esmeralda, y los bosques de pino se conjugan con playas de arena ideales para veranear.

Sin embargo, su principal reclamo es el Parque Nacional Marítimo de Alonnisos. Nació en 1992 para proteger la colonia de focas monje y 33 especies de aves que habitan los ocho islotes que lo forman, un santuario de la vida silvestre, un lugar agreste y solitario de extraordinaria belleza, que abarca ecosistemas únicos en el Mediterráneo y el mundo.

Muchas de las especies vegetales y animales del Parque son endémicas, inusuales o protegidas. La geografía del lugar, con cuevas y playas, es el sitio elegido por la foca monje, donde se encuentra la mayor población de esta especie mediterránea que ha encontrado aquí las condiciones ideales para vivir y reproducirse. Otros habitantes de esta isla son raros miembros de la familia de los reptiles, aves que hacen aquí escala en sus viajes migratorios y crustáceos endémicos como los de la cueva del Cíclope. Las aguas, nada contaminadas, cubren impresionantes praderas de posidonia y arrecifes y son el hogar de muchísimas especies de peces y esponjas (www.alonnisostravel.gr).

Más información:

Organismo Griego de Turismo, c/ Quintana, 2 – 2º Oficinas

D y E, 28008 Madrid, tel.: 915484889 y 915484890,

www.turismodegrecia.org