La cultura es la huella más indeleble de una sociedad y, por tanto, uno de sus valores más potentes. España es un país muy rico en manifestaciones culturales y algunas expresiones, además, son verdaderamente únicas. Una de ellas es el arte flamenco, que podríamos convenir en presentarlo como Denominación de Origen España. Otra es, sin duda, nuestra milenaria cultura del vino. Lo que Bodegas Muga han hecho este fin de semana ha sido propiciar el encuentro entre estos dos mundos llenos de sensibilidad y matices. Una gran iniciativa cultural… y también solidaria.
Texto: Manuel Moraga
Fotografías: Bodegas Muga y Manuel Moraga
Situada en el emblemático Barrio de la Estación de Haro (capital del vino), Muga es una de las más importantes bodegas de Rioja. Sus tintos, su blanco y su rosado están presentes en las mejores vinotecas y en las cartas de los más prestigiosos restaurantes del mundo. Este posicionamiento se debe, entre otras razones, a su filosofía de trabajo, que se ha basado en mantener la tradición artesana combinándola con los criterios técnicos que aporta la ciencia enológica moderna. Al final, sus vinos expresan no solamente un entorno concreto, un terroir (que es fundamental en el vino), sino también un saber hacer, una personalidad propia, una firma de autor.
En realidad, los mundos del vino y del flamenco comparten muchos valores. Ambos tienen un origen popular, ambos sienten el peso de la tradición y también han estado siempre abiertos a la modernidad. Pero sobre todo, flamenco y vino tienen un propósito común: provocar emociones. Beber un vino y escuchar una música son experiencias finitas en el tiempo, pero las emociones que suscitan permanecen en registro sentimental de quienes se dejan seducir por esos códigos. Incluso más de una vez se han hecho experiencias sinestésicas con las sensaciones que evocan los diferentes estilos flamencos (tonás, soleá, alegrías, etc.) y los distintos tipos de vinos (jóvenes, con crianza, blancos, etc.). Matices, complejidades, emociones… Poesía. La relación entre vino y flamenco da para mucho.
Pero lo que Bodegas Muga planteó el pasado sábado 30 de abril fue abrir sus puertas a la fusión entre el flamenco y el jazz. Hablábamos antes del peso de la tradición en el flamenco, y eso es cierto, pero no lo es menos que el flamenco es uno de los géneros más mestizos del mundo, pese a lo que se tiende a creer. El flamenco siempre ha sido una esponja que se ha nutrido de muchas fuentes estéticas: el folclore, la música andalusí, el romancero, la música clásica, ritmos africanos, las melodías llegadas de América, la escuela bolera de danza, etc. Y, desde luego, el flamenco no sería tal sin la impronta musical de los gitanos. Por eso, cuando se habla de purismo en el flamenco siempre hay que entrecomillar mucho el concepto. Hoy día, el flamenco sigue enriqueciéndose a través de su convivencia con otros géneros, especialmente con el jazz.
Pues bien, el 30 de abril (día del jazz, por cierto), la familia Muga convocó a cuatro de los más importantes músicos del flamenco y del jazz que tiene nuestro país. Ellos han protagonizado muchas páginas de la historia de estos géneros en las últimas décadas. Por la parte flamenca, dos miembros de una saga troncal de este arte: Pepe Habichuela y su hijo Josemi Carmona. El primero, todo un maestro en el arte del acompañamiento, pero también con su propia vida como solista. El segundo, perteneció a mítico grupo Ketama y actualmente sigue una interesantísima línea de experimentación en torno al encuentro del flamenco con el jazz. Con ellos, otro grande de la percusión, José Ruiz “Bandolero”. Por la parte jazzística nada menos que Jorge Pardo, Mejor Músico de Jazz en Europa en 2013, Premio Nacional de Música en Francia, Premio Nacional de Música en España… un crack.
Los cuatro ofrecieron lo mejor de sí mismos ante un público que llenó la sala –en la misma Bodega Muga- y que estuvo entregado desde el primer momento. No era para menos, porque el nivel de estos músicos es siempre estratosférico. Y si encima se trata de una actuación hecha desde el corazón, las posibilidades de que aparezca el duende se multiplican. En este sentido, hay que decir que los músicos ofrecieron su arte de forma desinteresada, colaborando además con una causa justa, ya que, aunque la entrada era libre, Muga creó una Fila 0 cuya recaudación fue directamente para Médicos sin Fronteras.
Por soleá, por alegrías, por bulerías, por tangos, versionando músicas de Falla, Paco de Lucía, Camarón o Morente… La noche fue realmente mágica. Y además fue una demostración de que las distintas culturas que forman parte de nuestro país son un todo conjunto ¿Tenían algo en común el flamenco, el jazz y los vinos de Rioja? Quizás, a priori, alguien hubiera respondido con un escéptico “no”. Pero la experiencia ha demostrado todo lo contrario: el placer no entiende de límites geográficos ni de diferencias culturales. Si entendemos el arte como la capacidad de transmitir emociones, flamenco y vino tienen mucho camino para recorrer juntos. Desde estas páginas, nuestra enhorabuena a Bodegas Muga por la iniciativa, y a los músicos por su entrega y su solidaridad. Los asistentes salimos con un recuerdo imborrable.